La caza de la perdiz más sublime es al salto con perro de
muestra. Es la caza de poder a poder del perro “aviari” frente a la salvajina. El hombre cazador, en su alianza con
el can, participa de tan magno duelo y si, además, gusta del espectáculo, de la emoción elevada a
la enésima potencia, entonces, es que lleva un pointer por delante.
El domingo 29 de diciembre dimos por terminada la temporada
de la perdiz en Andalucía y como si de una tarta se tratara, para mí, fue culminarla con una
guinda, de nuevo en compañía de buenos amigos, veteranos cazadores de perdiz y
pointeristas todos.
Iniciamos la jornada que duraría tres horas a las 9:00 en
la campiña sevillana que, tras las recientes lluvias, traspiraba ese olor que
tanto hemos añorado durante el resto de la temporada. La mañana prometía,
varios bandos de perdices se dejaron ver en las proximidades del camino que nos
llevaba al cazadero. Terreno llano en parte y de ligera ondulación, salpicado con
escasos olivares, un arroyo, barbechos, sembrados de cereal, padrones, gavias,
linderos, terrones y surcos donde se me iban los ojos.
Sin prisas pero sin pausas partimos por el llano en
dirección al arroyo con el pensamiento puesto en algún azulón despistado o
alguna becanina solitaria. Me hice acompañar por mis pointers Diva y Athos que,
como siempre, salen fuertes y con ganas. Efectivamente, una becacina levantó el
vuelo a mucha distancia, poniendo tierra de por medio, yendo a posarse a más de
cien metros arroyo arriba.
Como las perdices no habían hecho acto
de presencia me decido ir a buscarla y ver si le da opciones a los perros. De
nuevo, esta vez algo más cerca, levanta pero vuela lejos y la pierdo de vista. Veo entonces a mi
izquierda una parcela con pasto que me parece muy querenciosa. Me dirijo al
lugar atravesando un terreno sembrado totalmente liso, aprieto el paso cuando
veo dos pájaros volarse del extremo del pastizal. Sorteo una lindera de
palmitos que hacen de linde con el pasto, voy entrando y advierto que las
polainas hacen mucho ruido con el roce de las matas que pueden hacer levantar
otros pájaros así que ralentizo y avanzo lo más sigiloso que puedo. Entran los
perros en la finca e inmediatamente Diva cae en muestra, bien asentada y con
cabeza alta. Me pego a ella todo lo que puedo y a lo lejos una becacina echa en
vuelo, la perra ni la ve y sigue puesta. Entiendo que estaba demasiado lejos
como para que fuera eso lo que estaba mostrando. En un instante dos pájaros
levantan a unos cuarenta metros. Diva los corre. Yo no hago ni por encarar
esperando algún otro más cercano que hubiera aguantado. Y acerté. Otros dos se
arrancan un poco escorados a la derecha y consigo abatir a uno. Acudo donde
presumo que cayó pero no lo veo. En eso que acuden los perros y, con el jaleo, el
pájaro sale corriendo con dirección a los palmitos pero es alcanzado por Diva sin darle opción en su fuga.
No trascurrieron quince minutos cuando Diva, esta vez en
unos terrones, queda de nuevo en muestra. De nuevo altiva, deduciendo que las
perdices estaban a distancia. Corro hacia ella y cuál es mi sorpresa que
observo que otro cazador acompañado con un braco, dicho sea de paso, que se
encontraba en el lado contrario, corre también hacia la perra con claras
intenciones de darle matarile a la perdiz. Consigo llevar hasta unos diez
metros de Diva cuando una perdiz solitaria levanta a unos quince metros de la
perra en dirección al cazador entrometido. Me encaro pero no puedo disparar y
cuando la perdiz cambia de dirección para evitar al cazador, que tampoco pudo
dispararla por no darme a mí, ya está fuera de tiro. Me estuve acordando un buen
rato del fulano del braco y de su santa madre.
Athos, que en otras ocasiones que había cazado junto a Diva
había llevado la voz cantante, parecía esta vez desplazado por la perra. Diva
es una joven hembra muy precoz, desde cachorra ponía las perdices y tiene una
fijación grabada en su cerebro: cazar, cazar y cazar hasta reventar si la dejas.
Luego el ritmo de galope constante, su buena nariz y magnifico contacto conmigo
completan su perfil como cazadora.
Sin embargo, Athos tuvo su oportunidad y no la desperdició.
Cercana la hora de término Athos cae en muestra fulminante, doblado, apuntando
a la izquierda con la cabeza algo baja. La perdiz está cerca, corro hasta
situarme a unos tres metros. El perro da unos dos pasos, Diva ya está detrás de
él también en muestra. Los dos perros dirigen su nariz apuntando al suelo. Lo
que estuvieran mostrando estaba ahí mismo, a un metro como mucho. Los perros ya no se mueven, sigue pasando el
tiempo y allí no sale nada. Me acerco hasta quedar al lado de Athos, miro
y remiro pero no se ve nada. Fuerzo a
guiar a Athos, da un paso y su nariz queda apuntando al suelo. Pienso que será
una liebre joven, pero es que no se ve nada, de nada. Javier Vázquez contempla
a lo lejos toda la escena y hasta la graba con su teléfono móvil.
Desde que Athos cae en muestra ha pasado ya un minuto y yo
desesperando por segundos, así que decido dar una patada a los terrones donde
apunta Athos. ¡ No sale nada, increíble !. Doy otra patada y hasta levanto
terrones en el aire y cuál es mi sorpresa sale una perdiz, que debía ser
minera, de debajo de la tierra, corre un metro y levanta el vuelo. Un disparo a
mala leche dio con ella al suelo y cobro de Athos a la mano.
He aquí una muestra de la capacidad de supervivencia de
nuestra magnífica perdiz roja. Sorprendente, verdad!. Y visto lo que antecede,
ya podemos imaginar donde quedan esas perdices que vemos tomar tierra y que nos
afanamos por encontrar sin éxito. Por algo se dirá aquello de “parece que se la
ha tragado la tierra”.
Con el sol en la vertical dimos por concluida la
jornada y
la temporada 2013 con un inmejorable sabor de boca. A continuación, un
breve
descanso y de nuevo al campo a entrenar, cámara fotográfica en mano, con
los perros que no habían tenido oportunidad de cazar esa mañana.
Duna del Valle del upa, de Javier Vázquez. Una hembra superlativa. |
Duna controla las perdices a gran distancia |
Patrón fulminante de Cóndor. |
Javier Vázquez posando con Duna despues del turno. |
Posando con Cóndor tras el turno |
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