lunes, 26 de noviembre de 2012

A perdices y codornices en la campiña sevillana

No recuerdo otro año tan malo como este desde el punto de vista cinegético. Bueno, es malo desde muchos más puntos de vista, pero aqui solo voy a referirme a la caza de la perdiz.
Un parentesis en esta pésima temporada de caza tuvo lugar durante la jornada del pasado 23 de noviembre. Para que una jornada de caza pueda tenerse como muy buena basta que, cosa cada vez más dificil, perros y pajaros cumplan cada uno con lo que se espera de ellos; pero si, además, se disfruta de buena compañia, la jornada de caza pasa de excelente a sublime. Esto es así porque supone compartir momentos y vivencias que hacen, si cabe, más intensa las emociones que nos brindan pointers y perdices. Y en esta ocasión la jornada la protagonizamos el amigo Javier Vazquez con tres de sus pointers del Valle del Upa y un servidor con el auxilio de los míos.
El escenario fue un coto privado de la campiña sevillana, de terreno llano en una mitad y suaves pendientes en la otra, a base de barbechos de girasol, trigo y algodón.
Llegamos recién entrado el alba, saliendo a nuestro encuentro el guarda del coto que esperaba nuestra llegada. Un rápido recorrido por la finca para indicarnos las lindes y enseguida estábamos dispuestos para iniciar la jornada de caza. La mañana se disponía un poco fresca pero se advertía que íbamos a disfrutar de buen tiempo a poco que el sol ganara la vertical en el horizonte. Una suave brisa hacía presagiar que los perros tendrían mejores opciones para ofrecernos alguna muestra.
Decidimos inicar la jornada en la zona de barbechos en la parte de terreno mas quebrado, sin apenas forraje en nuestro camino, salvo un arroyito y un lindazo. Ninguna perdiz se hizo ver en este inicio hasta que alcanzamos la parte baja de algodones. En esta zona, mas llana, nos dificultaba el paso el fango que tapizaba casi todo el algodonal. Un par de banditos de perdices hicieron acto de presencia, alzando el vuelo a distancia considerable sin opciones para los perros ni para las escopetas.


En este primer turno me hice acompañar por Peligro de Gran Busca y Javier por Chanel del Valle del Upa. A destacar la fuerza con la que salió Peligro, realizando amplios recorridos pero sin suerte. Como anecdota, una hermosa y firme muestra que me sirvió estando yo a cierta distancia. Por el lugar, inmediaciones de un arroyito con pasto y aneas, podía ser cualquier cosa: perdiz, conejo e incluso una liebre, pero despues de aguantar una muestra un buen rato y de provocarme un incremento considerable de adrenalina, todo quedó en una falsa alarma justificable por la juventud del perro. Se trataba de una muestra a un puñado de plumas de perdiz que habría sido el almuerzo o la cena de alguna rapaz. Concluyó la mañana sin pena ni gloria con la esperanza de que la tarde fuera más prólija en perdices y en lances, así que nada mejor que tomar un buen almuerzo campestre, que es como a mi me gusta, regado con un buen tinto para recuperar fuerzas, reponer animos y estudiar el segundo y definitivo asalto a las perdices.
Almuerzo entre sol y sombra, junto a las paredes del cortijo.


El desconocimiento del coto lo pagamos con el primer turno matinal, así que si queríamos terminar la jornada de caza dignamente habria que afinar en la nueva zona que en principio nos parecía más idonea para que las perdices aguntaran mas y facilitaran el trabajo de los perros. Se trataba de una gran finca totalmente llana a base de trigo renacido del que las cosechadoras tiraron en la siega del verano. Su gran extensión nos permitía dividir la tarde en dos partes para dar opciones a los perros que aun no habían tenido oportunidad. Fue entonces el turno de Diva y de Condor del Valle del Upa. Para la joven Diva era su primera experiencia en el llano ya que las incesantes y fuertes lluvias caidas en toda Andalucía en las semanas anteriores me habían impedido acudir antes a este coto por resultar impracticable. Entre tanto, la campiña de Casabermeja, jalonada de lomas más o menos pendientes, habían sido su terreno de juego, de manera que ver como en el llano abría los lazos cada vez a mayor distancia me agradó porque demostraba su mentalidad yendo a buscar la caza más lejos. Como en la mañana, pocas opciones nos dieron las perdices, saliendo a distancia antes de que los perros pudieran llegar. En alguna ocasión Diva pudo verlas volar y con los "calientes", al menos, sirvió para motivarla aun más en su busca. Imposible llegar  a las perdices pero, no por ello, tanto Diva como Condor cubrieron expediente y nos deleitaron con dos muestras a codorniz salvaje de gran factura. Ya pudimos advertir de la presencia de las africanas porque se voló una al poco de inciar la andadura de la tarde, pero que despreciemos buscar por no perder tiempo y centrarnos en las perdices. 
Condor en actitud de muestra
La primera muestra fue a cargo de Diva, demostrando su clase y valía. Carga emanaciones y pronto cae en muestra, sale una codorniz a pocos metros de su morro y la perrita no mueve una pestaña, a los pocos segundos sale una segunda codorniz. Ahora sí, rompe ya la muestra y nosotros, en lugar de acudir a servir a la perra que es lo que procedía, nos complacemos con la visión de su estampa y quedamos quietos como pasmarotes. Luego vienieron los reproches, en plan jocoso, claro. Al poco tiempo, fue Condor el que fijó otra codorniz. Tratandose en ambos casos de perros jovenes sin ninguna experiencia con la africana, me da a entender que hay potencial suficiente en ellos como para llegar a ser buenos representantes de la raza.   
Duna, puesta con perdiz
Dimos así por terminada la primera parte de la tarde y con las perdices ya movidas dimos turnos a Athos y a Duna del Valle del Upa y aquí, cazadores, perros y perdices pareciamos entender que el juego había terminado y empezaba el asalto final. Si con estos tampoco las dominamos, es que nos han vencido la partida. Con buen criterio, Javier propuso dar una mano yendo cada uno con su perro por los extremos de la finca para terminar encontrándonos en el centro del terreno. Realmente fue un acierto. Cuando ya empezábamos a perder la esperanza de porder llegar hasta uno de estos demonios con plumas, los pajaros se vieron acorralados entre los lazos de Duna, por un lado, y Athos por el otro, no tardando en sucederse las muestras de ambos y la posibilidad de que Duna sirviera a muestra una perdiz y una codorniz que fueron a topar con los plomos de la escopeta de su dueño, amen de otras muestras que no pudieron atenderse por la gran bravura de estas perdices. No tuve la misma suerte en cuanto a la percha se refiere, pero puedo contentarme con la larguísima guia de un Athos muy sagaz, que fue a fijar las perdices hasta las inmediaciones de la carretera donde las muy astutas se habian ido a refugiar.   
Una perdiz más vino a encontrarse con los plomos, ya camino de regreso a la furgoneta que, con el gozo que siempre nos produce, vino a aliviar un poco el gran esfuerzo fisico que realizamos, aunque, como dice el refranero, sarna con gusto, no pica.